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Ruidos que rompen más que el silencio: el impacto social del exceso de decibeles en la vida nocturna de Santo Domingo

Más allá del entretenimiento, el alto volumen en discotecas y bares se convierte en una amenaza para la salud, la convivencia y hasta la infraestructura de barrios enteros en la capital dominicana.

Santo Domingo.— Lo que comienza como una noche de fiesta en la capital puede terminar siendo una pesadilla para quienes viven cerca de las zonas de entretenimiento. En sectores como Gazcue, Piantini, y la Zona Colonial, residentes denuncian que el exceso de ruido en bares y discotecas les impide dormir, altera su salud y deteriora la calidad de vida.

“No es solo la música; es que todo vibra. Mis hijos no pueden estudiar y yo paso los fines de semana sin poder descansar”, relata Ernesto Ramírez (Seudonimo para salvaguardar identidad por temor a represalias), vecino de Gazcue, donde varios locales operan hasta la madrugada sin aislamiento acústico adecuado ni control de sonido.

Según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el límite permitido para zonas residenciales durante la noche es de 55 decibeles, pero en inspecciones recientes se han detectado locales que superan los 100 dB, afectando tanto a los clientes como a las viviendas colindantes.



A largo plazo, esta exposición puede generar pérdida auditiva, insomnio, ansiedad y hasta problemas cardíacos, según la Organización Mundial de la Salud. Además, expertos advierten que las vibraciones constantes, especialmente de sonidos graves, pueden afectar techos falsos, instalaciones eléctricas, y estructuras livianas dentro de edificaciones mal diseñadas o antiguas, como ocurre en muchas viviendas de la Zona Colonial.

“Ya tenemos grietas nuevas en el techo y las lámparas se han desprendido en varias ocasiones por las vibraciones de los bajos. Esto no es sostenible”, comenta Lorena González (Seudonimo para salvaguardar identidad por temor a represalias), residente de un edificio patrimonial cercano a la calle Hostos.

Aunque las autoridades han prometido operativos y multas, los vecinos afirman que estas medidas son aisladas y poco efectivas. “Se necesita voluntad política y presión ciudadana para que la ley se aplique. El descanso no debería ser un lujo”, afirma Claudia Espinoza, activista comunitaria del Distrito Nacional.

¿Qué puede hacer la ciudadanía?

  • Denunciar formalmente ante el Ministerio de Medio Ambiente (809-567-4300) o a través de la plataforma digital del 311.

  • Promover juntas de vecinos activas que documenten los casos con evidencia audiovisual.

  • Exigir que los permisos para locales incluyan inspecciones acústicas obligatorias.

  • Participar en foros y mesas de diálogo entre autoridades, empresarios y residentes.

En una ciudad que no duerme, el ruido es más que un mal necesario: es un desafío urbano que pone a prueba el equilibrio entre la vida nocturna y el derecho al descanso. Regularlo no es apagar la música, es sintonizarla con la convivencia.

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